Guardianas de la memoria

A mi madre siempre le contaron que su padre murió en la guerra pero cuando fue a casarse, un vecino le reveló que había sido fusilado.  

Ella venía a Paterna cada año por Todos Los Santos con mi abuela. Me contaba que estaban todas las viudas de negro y que en una ocasión una viuda se puso a llorar y decir cosas gritando y un guardia civil le dio un culatazo y le rompió los dientes. Era una niña y no entendía lo que sucedía, pero notaba que pasaba algo.   

Siendo yo pequeña, registrando en la cómoda de mi abuela, encontré un reloj y un mechero y empecé a preguntar. Mi abuela solo me decía: “ay filla, tu si et contem alguna cosa, tu no digues mai res “. Siempre con el ay y con la pena. Ya de mayores, mi hermana y yo, en una caja encontramos fotos y la carta de despedida del abuelo, nos pusimos a llorar las dos y ahí empezó el deseo de buscarlo.  

Hace veinte años Casimiro, el hijo de otro fusilado de la comarca, vino a Paterna con una caja para llevarse a su padre. Casimiro tenía seis cajas y quería traerse a mi abuelo también, pero mi abuela le dijo que dejara las cosas como estaban. Así que no nos lo trajimos entonces. Ahora, si tenemos suerte con el ADN y lo encontramos, yo quisiera traerlo a Albalat del Sorells para que esté con su mujer. Aquí dejaremos su nombre, pero su cuerpo, en el pueblo.