Amparo Gregori Berenguer y Rosario y Amparo Bleda Andrés 

Terrer de Paterna

ROSARIO MIGOYA ESPINILLA (Abuela).
Fusilada el 27 de agosto de 1940. 
Dejó viudo y seis hijos. 

Nosotras apenas te podemos contar nada ... tenemos diferentes versiones y muchos silencios sobre la vida de nuestra abuela. 

Rosario llegó a Valencia desde Asturias, según cuentan, con unos feriantes. Se casó con un hombre rico, duque de Bolinches y tuvo dos hijos y una hija. Al morir el duque  Rosario se casó  con su chofer, Adolfo, que era doce años más joven. De este segundo matrimonio  tuvo dos hijas y un hijo.  

Rosario tenía 37 años cuando vinieron buscando al abuelo Adolfo , que era guardia de asalto, y como no lo encontraron, se la llevaron a ella. En el sumario vimos que la condenaban a treinta años. Trece meses la tuvieron en la cárcel Modelo hasta que en agosto la fusilaron en el Terrer de Paterna. Dicen que iba llorando y suplicando por sus seis hijos. 

Nada más entrar en la cárcel, Adolfo huye y desaparece. Los niños son internados en la beneficencia y en diferentes instituciones como expósitos y a una de las hijas la meten en un convento. El mayor es un adolescente de catorce años y el más pequeño solo tiene un añito. La familia del primer marido los repudia y aunque se nombra un tutor, que es el hermano del primer marido, no hacen nada por ellos ni por darles su herencia paterna. Sin peculio ninguno, en el hospicio les hacen trabajar en talleres y cocinas y apenas les permiten estudiar. Con diecisiete años, el hijo mayor sale de la Beneficencia y no tiene a dónde ir. Va a visitar al tutor que es quien le dice que su madre ha sido fusilada. Se niega a acogerlo y se ve obligado a vivir en la calle.  

Él intenta visitar a las hermanas y hermanos y buscar a su padre. No sabemos cómo, pero quince años después encuentra a Adolfo, que había estado escondido todo este tiempo viviendo como un indigente. Cuando lo lleva a visitar a sus hermanas, ellas ya lo conocían de vista. Era ese señor que durante años, de vez en cuando, tiraba caramelos por la tapia del hospicio. 

Las niñas ya solo salen del convento o el hospicio para casarse. La relación con Adolfo es cordial pero nunca le llaman padre, sino abuelo. Nunca quisieron venir al cementerio de Paterna, ni saber nada, ni hablar nada de lo que sucedió. Nunca, ninguno de los hijos.   

Nosotras sí que queremos saber, queremos encontrar a nuestra abuela y enterrarla dignamente.

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